sábado, 31 de agosto de 2013

Reseña: Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? de Nicholas Carr (Taurus 2011)



“…después de leerlo me sentí fascinado, asustado y entristecido…”
- Mario Vargas Llosa

“…absorbente y perturbador. Todos bromeamos sobre cómo internet nos está convirtiendo, y especialmente a nuestros hijos, en cabezas de chorlito acelerados incapaces de meditaciones profundas…”
- John Horgan The Walt Street journal


“…Una réplica calmada y elocuente a aquellos que afirman que la cultura digital es inofensiva, que afirman, de hecho, que nos estamos volviendo más listos cada minuto que pasa simplemente porque podemos conectarnos a un ordenador y dejarnos llevar por un interminable carrusel de links…”
- Julia Keller Chicago Tribune



“…una paliza de sabiduría que destrona agresivamente a la ignorancia y la superficialidad reinantes…”




Si Dwayne, el personaje quinceañero en “Little Miss Sunshine” hizo voto de silencio después de leer a Nietszche, después de leer este libro hubiera hecho explotar la combi con todo y familia. 

En Superficiales ¿Qué esta haciendo internet con nuestras mentes? (Taurus 2011) Nicholas Carr arranca como una locomotora y recorre los laberínticos caminos de la mente y el conocimiento derribando todas las murallas que el cerebro haya construido a lo largo de la vida sin importar las consecuencias. La urgencia de tomar consciencia, lo apremiante de abrir los ojos al giro evolutivo que nuestros cerebros, nuestra memoria y nuestra capacidad cognitiva están experimentando, lo hace completamente justificable.

En este libro de carácter científico, en el que no existe lugar para las opiniones personales pero si para las investigaciones y experimentos científicos en el campo de la neurociencia y la psicología cognitiva, el autor dibuja y demuestra una hipótesis contundente: El acto de leer la letra impresa (el libro) ha venido contribuyendo a la concentración, al pensamiento profundo, reflexivo, cuestionador, contemplativo, creativo, etc. Es decir, ha contribuido con la capacidad de pensamiento abstracto en el ser humano. Por el contrario el acto de ver, incluido el acto de leer en la pantalla de una computadora e interactuar (la red) fragmenta caprichosamente nuestra atención (hipervínculos, imágenes, animaciones, cometarios, anuncios, alertas, etc.) y nos distrae constantemente para desarrollar una sinapsis que permiten al cerebro humano evolucionar a la “multitarea”, es decir, acceder e interactuar con toneladas de conocimiento digitalizado de manera simultanea pero a costo de desaparecer, atrofiar e involucionar las conexiones ya existentes necesarias para poder profundizar y reflexionar correctamente en alguna de ellas. Internet nos esta volviendo tontos.

Estamos siendo testigos presenciales de la mutación de la especie. Es muy difícil de aceptar o de tomar consciencia de ello pues somos parte del cambio, tenemos una relación a un nivel simbiótico con lo establecido, con lo que es. Con el sistema. En palabras del psicólogo clínico holandés Christof van Nimwegen <…nuestras tecnologías forman parte de las mismas cosas con las que el hombre construye su mundo. Una vez adoptadas, ya no pueden abandonarse, al menos no sin sumir a la sociedad en una gran confusión y, posiblemente, el caos total…>

Mientras más tareas que requieran conocimiento y sabiduría le encarguemos a las computadoras, más rápido dejaremos de poder hacerlas sin ellas.

<…nuestras tecnologías se convierten en extensión de nosotros mismos, también nosotros nos convertimos en extensiones de nuestras tecnologías…>

<…programamos nuestras computadoras y luego ellas nos programan a nosotros…> -J. Culkin 1967.

¿Por qué últimamente nos cuesta tanto mantener la atención después de las primeras dos páginas de un libro? ¿Por qué hay ese rechazo casi natural a no leer libros impresos? ¿Por qué cada vez el “no leer” encuentra justificaciones variopintas? ¿Por qué últimamente nos falla tanto la memoria y olvidamos con facilidad? ¿Por qué la tendencia universal a “no preocuparse por pensar demasiado” y disfrutar de la vida? ¿Por qué esa dependencia casi adictiva a estar siempre “conectado”?

Todas estas preguntas y sus desconcertantes respuestas están desarrolladas, explicadas y demostradas con una contundente redacción científica que roza con el humor negro involuntario en las más de 300 páginas de este extraordinario libro. Esto no quiere decir ni por asomo que el libro de Carr esté escrito para todo público. Una capacidad de concentración, comprensión, abstracción y reflexión son piezas fundamentales para la correcta lectura de Superficiales ¿qué esta haciendo internet con nuestras mentes?. La falta de alguna de estas cualidades durante el viaje a través de sus páginas, el prejuicio al autor y su obra, la lectura somera, el recorrido superficial de sus líneas, el rechazo a seguir leyendo o excusarse con que todo conocimiento es relativo, serán simplemente las pruebas fehacientes de su hipótesis: La red ha empezado ha reconfigurar nuestros cerebros.


miércoles, 21 de agosto de 2013

El Mito de la creación y su influencia negativa en el trabajo creativo.

Freud, Jung y Lacan lo han demostrado ampliamente: Estamos llenos de mitos.
Mitos que viven en nuestro inconsciente colectivo - que algunos teólogos han interpretado muy convenientemente como “El espíritu santo”-  y que, además de ser la culpable de que nuestra psique se exprese más allá de la razón, es la “cosa común” a todos los seres humanos desde el inicio de los tiempos.

Uno de los mitos que vive en nuestro inconsciente colectivo y de los cuales somos víctimas la gran mayoría de personas, es el mito de la creación. Particularmente en nuestro país más del 85% de personas, independientemente de su postura religiosa, cree que somos producto de la creación de un ser superior y que éste nos creó de la nada. Esa falsa creencia transmitida generación tras generación, ese mito que venimos de la nada, del vacío absoluto, que somos producto de un soplo de vida, ha venido afectando silenciosamente a quienes trabajamos en la industria de las ideas durante años.

Ese conocimiento heredado que nos permite darle sentido a nuestra existencia ha sido evidenciado y destruido primero por el filósofo griego Parménides (500 a.c) y más adelante por el poeta y filósofo romano Tito Lucrecio en su famoso aforismo Ex Nihilo Nihil: Nada surge de la nada. O con nada, no se puede crear nada.  

Lo espiritual (inmaterial) no puede haber creado lo material. Es imposible.
Escribamos en una pizarra la cantidad de ceros que se nos antoje. Ahora sumémoslos, restémoslos, dividámoslos, multipliquémoslos o realicemos con ellos cualquier operación matemática, jamás podremos obtener la unidad. Por más que lo queramos, por más que lo deseemos profundamente o por más que lo necesitemos emocionalmente.

Ex Nihilo Nihil es un principio metafísico que se plantea en relación al origen del universo, ya que el universo es por definición todo lo que existe (de hecho no podemos nombrar nada que este fuera del universo) o bien existió siempre o bien se creó de la nada. Muchas religiones se basan en este principio para sostener que fue Dios quién creó el universo de la nada y que Dios existió siempre. En este laberinto interpretativo es particularmente reconfortante la postura del filósofo e historiador esloveno Slavoj Zizek – el Elvis de la filosofía moderna – según el periódico británico The Guardian, quién al hablar de la creación del universo sostiene una inclinación hacia la física cuántica que propone que todo surgió a partir de un gran vacío (con carga positiva).

Pero el motivo de este artículo no es demostrar la existencia de un ser superior creador, omnipresente, que todo lo ve y todo lo oye, y que como dijera el tristemente desaparecido Armando Robles Godoy en una entrevista sobre la estupidez humana que le hiciera hace algunos años Marco Aurelio Denegri “…ha sido creado a nuestra imagen y semejanza y no al revés…”. El motivo de este artículo es analizar como el falso mito de la creación, es decir, la falsedad que crear es obtener algo de la nada, osea desde cero, ha venido influenciando negativamente el trabajo creativo.

Hace un poco más de 20 años en la industria publicitaria peruana – cuando aún no existía internet – apareció un personaje que se hacía llamar “el zorro” y su tarea consistía en denunciar anónimamente –vía fax – los avisos gráficos que según su criterio eran copia de otros avisos publicados en distintas partes del mundo. Su modus operandi era fotocopiar el aviso denunciado y colocar al costado –side by side- el aviso “original”. Una vez armada la prueba, faxeaba su obra a la mayor cantidad de agencias. Por supuesto que “El zorro” no tenía idea de si el aviso “original” había recurrido a su vez a otros avisos, como afirma el escritor Jonathan Lethem: Cuando la gente llama a algo “original”, nueve de diez veces no tiene la más mínima idea de las referencias involucradas en la fuente original. La ignorancia es atrevida.

El Zorro ya ha desaparecido de la industria publicitaria local, pero la actitud zorresca como resultado del mito de la creación nos ha seguido acompañando hasta el día de hoy.  Es común escuchar entre publicistas que tal o cual trabajo es copia de otro. De hecho, existen muchos blogs o sites que se dedican a hacer lo que hacía el otrora señor zorro. Muchos creen falsamente que parte de ser publicista significa tener que memorizarse los comerciales o avisos ganadores de los festivales publicitarios más importantes del mundo para ser usados como data que soporta al dedo acusador y no como una fuente de información conceptual o de soluciones de problemas de marketing.
También es común en los departamentos creativos de las agencias de publicidad escuchar frases como “esa idea se parece al Cannes de plata de 1995 en la categoría de bebidas alcohólicas” o “hay una idea que ganó en San Sebastián en el año 2010 que es parecidísima” o “mmm… no se dónde pero creo que esa idea la he escuchado antes”. Tenemos una actitud de policía de las ideas, perdemos tiempo en demostrar nuestra sapiencia en lo que a piezas premiadas se refiere y pecamos de miopía al creer que vamos a hacer mejor publicidad si nos pasamos horas mirando publicidad creyendo que nuestro inconsciente no nos va a traicionar jamás, cuando lo que deberíamos estar haciendo es alimentar nuestro cerebro de experiencias y conocimiento con la finalidad de tener una actitud constructivista al escuchar las ideas. El mentalista y escritor británico Derren Brown ha evidenciado en varios experimentos que la mente de los publicistas, a quienes él llama los “maestros de la persuasión”, es tan susceptible a las referencias como la del común de los mortales.

Y es que seguir creyendo que el acto de crear es generar algo de la nada, insistir en que un trabajo original no tiene influencias de trabajos anteriores, es un craso error. ¿Se podría decir acaso que una casa ha sido creada? No, ha sido construida. ¿Se podría decir que un mueble ha sido creado? No, ha sido fabricado. ¿Se podría decir que un libro ha sido creado? No, ha sido compuesto y luego impreso.
Crear no es otra cosa que el resultado de utilizar elementos ya existentes y transformarlos en algo nuevo.  He aquí un ejercicio que lo demuestra: Imaginemos por unos segundos a un dragón, ¿cómo son sus ojos? ¿cómo son sus dientes? ¿cómo es su piel? ¿tiene alas? ¿cómo es su cola? Pues bien, los dragones no existen en la realidad. Pero los ojos, los dientes, la piel, las alas y las colas, sí existen en la realidad. Crear es reorganizar lo que ya existe. Es imposible ser creativo sin nada en la cabeza.

El acto de crear esta rodeado por una gran nebulosa formada por mitos, como que la creatividad viene de la inspiración, de un soplo divino, de una musa inspiradora, que las creaciones originales son solo para mentes privilegiadas como la de los genios y que llega con la misma velocidad con la que la luz de una bombilla eléctrica ilumina y llena una habitación. La creatividad no es un acto mágico o místico y mucho menos religioso. La creatividad aparece al aplicar herramientas de pensamiento comunes a los materiales existentes, lamentablemente la fuente de donde surgen nuestras creaciones es algo que menospreciamos, mal entendemos y rechazamos tajantemente aún cuando nos ha regalado tanto a lo largo de la historia, nos referimos al acto mismo de copiar.

Aunque el prejuicio nos obligue a negarlo, copiando es como aprendemos. No podemos iniciar ningún pensamiento nuevo hasta que no dominamos esa área del conocimiento, y hacemos eso a través de la emulación, de la imitación.
Aprendemos a escribir copiando el abecedario. Los músicos aprenden a tocar practicando las escalas y las composiciones de otros, y los pintores aprenden a pintar copiando las obras maestras.

El filósofo y pensador austriaco Rudolf Steiner (discípulo de Nietzsche y colaborador de Arthur Schopenhauer), creador del sistema de educación Waldorf, era muy consciente de esto. Es por eso que dividió su sistema de enseñanza en "septenios" en donde en el primer "septenio" (de los 0 a los 7 años) estableció a la imitación natural como el medio principal de aprendizaje. Para Steiner, este sistema educativo era la mejor herramienta para incentivar el desarrollo creativo y cuestionador en el niño.


Nadie comienza siendo 100% original. Necesitamos copiar para forjar los cimientos del conocimiento y el entendimiento en nuestro cerebro, y recién después de eso nos será posible crear algo nuevo a través de la transformación, tomando una idea y creando variaciones. Estas variaciones llevan tiempo, pero eventualmente producen un gran avance. Los resultados más asombrosos suceden cuando las ideas se combinan. Conectando ideas diferentes se pueden lograr saltos creativos impresionantes.


La imprenta de Johannes Gutenberg por ejemplo, fue creada en 1450 pero casi todos los componentes que usó como la prensa de tornillo, los tipos movibles, la tinta y el papel, ya existían desde hace muchos años antes.
Y lo mismo sucedió con Henry Ford y su modelo T. Como él mismo aseguraba “Yo no cree nada nuevo, simplemente junté los descubrimientos de otros hombres que trabajaron en eso durante siglos. El progreso y la innovación ocurren cuando todos los factores que los constituyen están listos y entonces es inevitable”.
Nuestra creatividad viene de afuera, no de adentro. No lo hacemos solos. Dependemos unos de otros y aceptarlo no quiere decir aceptar la mediocridad y la derivación. Es una liberación de nuestros prejuicios y un incentivo para no esperar demasiado de nosotros mismos.

El famoso basquetbolista Kobe Bryant ha admitido que ninguno de sus movimientos es nuevo. Todos sus dribles los ha robado de videos de sus héroes jugando. Pero cuando Bryant empezó a robarse muchos de esos movimientos, se dio cuenta de que no podía lograrlos porque no tenía el mismo tipo de cuerpo que los atletas que admiraba y tuvo que, además de copiar, adaptar y transformar cada uno de sus movimientos para hacerlos suyos. “Le he robado movimientos geniales a los mejores jugadores. Sólo trato de que quienes vinieron antes que yo se sientan orgullosos, porque yo he aprendido mucho de ellos. Todo es en nombre del juego. Es algo mucho más grande que yo” Declara el propio Bryant.

Si admiramos a alguien, ya sea deportista, activista, artista revolucionario o creativo publicitario, y decidimos robarle algo, esto no debería ser su estilo, su forma de hacer las cosas, deberíamos robarle el pensamiento detrás de ese estilo, el fondo detrás de la forma, combinarlo con el nuestro propio y transformarlo en algo diferente. Si solo imitamos la superficie de su trabajo, sin entender de donde viene y el por qué, el resultado será nada más que una mala imitación. Copiar, combinar y transformar han sido y seguirán siendo los elementos básicos del trabajo creativo.

La escuela es una cosa, la educación es otra muy distinta y no siempre van de la mano. Estemos o no estemos en la escuela, es nuestra obligación seguir educándonos. Ya lo decía Daniel F., la voz de la extraordinaria banda peruana Leuzemia, “lo que no aprendí de los salones, lo aprendí de las canciones”. Hay que tener curiosidad por el mundo en el que vivimos, buscar cosas, preguntar por qué, perseguir cada referente, leer, ir más lejos que nadie, dejar de creer ciegamente y averiguar para tratar de sacar nuestras propias conclusiones. Solo así sacaremos ventaja sobre los demás.
Hoy en día resulta frustrante ver cómo la mayoría de personas, el “servum pecus” osea la “manada servil” según el poeta Horacio, repite las cosas sin cesar cuando es tan fácil averiguar un poco antes de hablar. Hay que leer todo el tiempo. Hay una magia especial cuando uno vive rodeado de libros. Al final no se trata del libro con el que empiezas, si no del libro al que uno llega.
Es por eso que sin un carácter curioso o sin una actitud inconformista y cuestionadora, si solo nos hemos dedicado a creer que las cosas son como nos dicen que son, vamos a mal interpretar el primer y más importante paso de los elementos básicos de la creatividad, es decir, copiar. Y lo vamos a confundir con el vil plagio.
Es imposible que un plagio termine por albergar la combinación y la transformación de ideas. Creativamente hablando, la copia no es plagio. Plagio es darse crédito por el trabajo de alguien más. Copiar significa una ingeniería inversa. Es como un mecánico que toma una parte del auto para saber cómo funciona la totalidad del motor. Aprendemos copiando y el momento en el que fracasamos al copiar a nuestros héroes, es cuando descubrimos qué es lo que nos hace únicos. Así es como evolucionamos.

Si logramos liberamos de la carga de tratar de ser completamente originales, dejaremos de intentar el hacer las cosas desde cero para asumir nuestras influencias en vez de huir de ellas.
La genética, conocida también como la ciencia de la herencia, es un buen ejemplo: somos la suma de nuestro padre y de nuestra madre y ellos a su vez las suma de sus padres y así sucesivamente ad infinitum. Creer que somos originales sería una necedad. Somos de alguna manera la suma de todos nuestros ancestros. Y así, como tenemos una genealogía familiar, las ideas también tienen una genealogía. Todas las nuevas ideas son una mezcla de una o más ideas previas, y mientras más nos demoremos en aceptarlo, más complicado y frustrante se hará nuestro trabajo creativo.

Estamos hablando de la cara positiva del robo. Nos referimos a lo beneficioso de copiar. No a la parte negativa, jamás estaremos de acuerdo ni fomentaremos el plagio rastrero, indigno y abyecto. Además robar de manera positiva es algo que, aunque no lo queramos aceptar, ya lo hacemos. Así que es mejor aceptar las influencias, aprender del trabajo de los demás y mezclarlo con el nuestro.
Pero hay que aprender a ser un buen ladrón. Los buenos ladrones honran el trabajo de sus predecesores, los malos los degradan. Los buenos ladrones los estudian, los malos los timan. Los buenos ladrones roban de muchos, los malos solo le roban a uno. Los buenos ladrones dan crédito, los malos solo se dedican a plagiar. Los buenos ladrones transforman, los malos no pueden, simplemente imitan.

Existe una teoría económica que afirma que si sumas los ingresos de tus cinco amigos más cercanos y sacas un promedio, la cantidad resultante será muy cercana a tu propio ingreso. Con las ideas pasa lo mismo. Solo serás tan bueno como las cosas de las que te rodeas. Si te rodeas de basura, o si solo juntas basura, muy probablemente solo sacarás basura.
Recolectar buenas ideas, experiencias, conocimiento e información será lo único que nos permitirá, además de copiar, transformar y combinar todo para tener como resultado ideas nuevas y diferentes.
Cuando empecemos a ver el mundo de esta forma, cuando dejemos de creer, nos dejaremos de preocupar por lo que está “bien” y lo que está “mal” y solo nos preocuparemos por descubrir las cosas que valen la pena robar y las cosas que no.

“Aquellos que no quieran imitar nada, no producirán nada” – Salvador Dali



Enlisto las fuentes y referencias que robé para poder escribir este artículo.

-        “El triunfo de la religión” – Jaques Lacan.
-        “El mito individual del neurótico” – Jaques Lacan.
-        “Sobre el fenómeno del espíritu en el arte y la ciencia” – Carl Gustav Jung.
-        “Arquetipos e inconsciente colectivo” – Carl Gustav Jung.
-        “Lo inconsciente” – Sigmund Freud.
-        “12 pruebas de la inexistencia de dios” –Sebastian Fauré
-        “Roba como un artista” – Austin Kleon
-        El antiguo testamento – Eclesiastés.
-        Derren Brown (canal youtube) – The advertising agency task
-        Big Think (canal youtube) – Eric Kandel: Creativity, your brain, and the aha! Moment.
-        theRSA.org/events/rsaanimate  - Jonah Lehrer & Ben Hammersley. Imagine: How creativity works
-        Slavoj Zizek – Sobre el acto de escribir – Youtube
-        Slavoj Zizek – Sobre al amor - Youtube
-        TED.com –Steven Johnson “Where good ideas come from”
-TED.com – Kirby Ferguson “Embrace the remix”