Freud, Jung y Lacan lo han demostrado ampliamente: Estamos
llenos de mitos.
Mitos que viven en nuestro inconsciente colectivo - que algunos teólogos han interpretado muy
convenientemente como “El espíritu santo”-
y que, además de ser la culpable de que nuestra psique se exprese más allá de la razón, es la “cosa común” a todos
los seres humanos desde el inicio de los tiempos.
Uno de los mitos que vive en nuestro inconsciente colectivo
y de los cuales somos víctimas la gran mayoría de personas, es el mito de la
creación. Particularmente en nuestro país más del 85% de personas,
independientemente de su postura religiosa, cree
que somos producto de la creación de un ser superior y que éste nos creó de la
nada. Esa falsa creencia transmitida generación tras generación, ese mito que
venimos de la nada, del vacío absoluto, que somos producto de un soplo de vida,
ha venido afectando silenciosamente a quienes trabajamos en la industria de las
ideas durante años.
Ese conocimiento heredado que nos permite darle sentido a
nuestra existencia ha sido evidenciado y destruido primero por el filósofo
griego Parménides (500 a.c) y más adelante por el poeta y filósofo romano Tito Lucrecio
en su famoso aforismo Ex Nihilo Nihil:
Nada surge de la nada. O con nada, no se puede crear nada.
Lo espiritual (inmaterial) no puede haber creado lo
material. Es imposible.
Escribamos en una pizarra la cantidad de ceros que se nos
antoje. Ahora sumémoslos, restémoslos, dividámoslos, multipliquémoslos o
realicemos con ellos cualquier operación matemática, jamás podremos obtener la
unidad. Por más que lo queramos, por más que lo deseemos profundamente o por
más que lo necesitemos emocionalmente.
Ex Nihilo Nihil es
un principio metafísico que se plantea en relación al origen del universo, ya
que el universo es por definición todo lo que existe (de hecho no podemos
nombrar nada que este fuera del universo) o bien existió siempre o bien se creó
de la nada. Muchas religiones se basan en este principio para sostener que fue
Dios quién creó el universo de la nada y que Dios existió siempre. En este
laberinto interpretativo es particularmente reconfortante la postura del
filósofo e historiador esloveno Slavoj Zizek – el Elvis de la filosofía moderna
– según el periódico británico The Guardian, quién al hablar de la creación del
universo sostiene una inclinación hacia la física cuántica que propone que todo
surgió a partir de un gran vacío (con carga positiva).
Pero el motivo de este artículo no es demostrar la
existencia de un ser superior creador, omnipresente, que todo lo ve y todo lo
oye, y que como dijera el tristemente desaparecido Armando Robles Godoy en una
entrevista sobre la estupidez humana que le hiciera hace algunos años Marco
Aurelio Denegri “…ha sido creado a nuestra imagen y semejanza y no al revés…”.
El motivo de este artículo es analizar como el falso mito de la creación, es
decir, la falsedad que crear es obtener algo de la nada, osea desde cero, ha
venido influenciando negativamente el trabajo creativo.
Hace un poco más de 20 años en la industria publicitaria
peruana – cuando aún no existía internet – apareció un personaje que se hacía
llamar “el zorro” y su tarea consistía en denunciar anónimamente –vía fax – los
avisos gráficos que según su criterio eran copia de otros avisos publicados en
distintas partes del mundo. Su modus operandi era fotocopiar el aviso
denunciado y colocar al costado –side by side- el aviso “original”. Una vez
armada la prueba, faxeaba su obra a la mayor cantidad de agencias. Por supuesto
que “El zorro” no tenía idea de si el aviso “original” había recurrido a su vez
a otros avisos, como afirma el escritor Jonathan Lethem: Cuando la gente llama
a algo “original”, nueve de diez veces no tiene la más mínima idea de las
referencias involucradas en la fuente original. La ignorancia es atrevida.
El Zorro ya ha desaparecido de la industria publicitaria
local, pero la actitud zorresca como resultado del mito de la creación nos ha
seguido acompañando hasta el día de hoy.
Es común escuchar entre publicistas que tal o cual trabajo es copia de
otro. De hecho, existen muchos blogs o sites que se dedican a hacer lo que
hacía el otrora señor zorro. Muchos creen falsamente que parte de ser
publicista significa tener que memorizarse los comerciales o avisos ganadores
de los festivales publicitarios más importantes del mundo para ser usados como
data que soporta al dedo acusador y no como una fuente de información
conceptual o de soluciones de problemas de marketing.
También es común en los departamentos creativos de las
agencias de publicidad escuchar frases como “esa idea se parece al Cannes de
plata de 1995 en la categoría de bebidas alcohólicas” o “hay una idea que ganó
en San Sebastián en el año 2010 que es parecidísima” o “mmm… no se dónde pero
creo que esa idea la he escuchado antes”. Tenemos una actitud de policía de las
ideas, perdemos tiempo en demostrar nuestra sapiencia en lo que a piezas
premiadas se refiere y pecamos de miopía al creer que vamos a hacer mejor
publicidad si nos pasamos horas mirando publicidad creyendo que nuestro
inconsciente no nos va a traicionar jamás, cuando lo que deberíamos estar
haciendo es alimentar nuestro cerebro de experiencias y conocimiento con la
finalidad de tener una actitud constructivista al escuchar las ideas. El
mentalista y escritor británico Derren Brown ha evidenciado en varios
experimentos que la mente de los publicistas, a quienes él llama los “maestros
de la persuasión”, es tan susceptible a las referencias como la del común de
los mortales.
Y es que seguir creyendo que el acto de crear es generar
algo de la nada, insistir en que un trabajo original no tiene influencias de
trabajos anteriores, es un craso error. ¿Se podría decir acaso que una casa ha
sido creada? No, ha sido construida. ¿Se podría decir que un mueble ha sido
creado? No, ha sido fabricado. ¿Se podría decir que un libro ha sido creado?
No, ha sido compuesto y luego impreso.
Crear no es otra cosa que el resultado de utilizar elementos
ya existentes y transformarlos en algo nuevo. He aquí un ejercicio que lo demuestra: Imaginemos
por unos segundos a un dragón, ¿cómo son sus ojos? ¿cómo son sus dientes? ¿cómo
es su piel? ¿tiene alas? ¿cómo es su cola? Pues bien, los dragones no existen
en la realidad. Pero los ojos, los dientes, la piel, las alas y las colas, sí
existen en la realidad. Crear es reorganizar lo que ya existe. Es imposible ser
creativo sin nada en la cabeza.
El acto de crear esta rodeado por una gran nebulosa formada
por mitos, como que la creatividad viene de la inspiración, de un soplo divino,
de una musa inspiradora, que las creaciones originales son solo para mentes
privilegiadas como la de los genios y que llega con la misma velocidad con la
que la luz de una bombilla eléctrica ilumina y llena una habitación. La
creatividad no es un acto mágico o místico y mucho menos religioso. La
creatividad aparece al aplicar herramientas de pensamiento comunes a los
materiales existentes, lamentablemente la fuente de donde surgen nuestras
creaciones es algo que menospreciamos, mal entendemos y rechazamos tajantemente
aún cuando nos ha regalado tanto a lo largo de la historia, nos referimos al
acto mismo de copiar.
Aunque el prejuicio nos obligue a negarlo, copiando es como
aprendemos. No podemos iniciar ningún pensamiento nuevo hasta que no dominamos esa
área del conocimiento, y hacemos eso a través de la emulación, de la imitación.
Aprendemos a escribir copiando el abecedario. Los músicos
aprenden a tocar practicando las escalas y las composiciones de otros, y los
pintores aprenden a pintar copiando las obras maestras.
El filósofo y pensador austriaco Rudolf Steiner (discípulo
de Nietzsche y colaborador de Arthur Schopenhauer), creador del sistema de
educación Waldorf, era muy consciente de esto. Es por eso que dividió su
sistema de enseñanza en "septenios" en donde en el primer "septenio" (de los 0
a los 7 años) estableció a la imitación natural como el medio principal de aprendizaje. Para Steiner, este sistema educativo era la mejor herramienta para incentivar el desarrollo creativo y cuestionador en el niño.
Nadie comienza siendo
100% original. Necesitamos copiar para forjar los cimientos del conocimiento y el
entendimiento en nuestro cerebro, y recién después de eso nos será posible
crear algo nuevo a través de la transformación, tomando una idea y creando
variaciones. Estas variaciones llevan tiempo, pero eventualmente producen un
gran avance. Los resultados más asombrosos suceden cuando las ideas se
combinan. Conectando ideas diferentes se pueden lograr saltos creativos
impresionantes.
La imprenta de Johannes Gutenberg por ejemplo, fue creada en
1450 pero casi todos los componentes que usó como la prensa de tornillo, los
tipos movibles, la tinta y el papel, ya existían desde hace muchos años antes.
Y lo mismo sucedió con Henry Ford y su modelo T. Como él
mismo aseguraba “Yo no cree nada nuevo, simplemente junté los descubrimientos
de otros hombres que trabajaron en eso durante siglos. El progreso y la
innovación ocurren cuando todos los factores que los constituyen están listos y
entonces es inevitable”.
Nuestra creatividad viene de afuera, no de adentro. No lo
hacemos solos. Dependemos unos de otros y aceptarlo no quiere decir aceptar la
mediocridad y la derivación. Es una liberación de nuestros prejuicios y un
incentivo para no esperar demasiado de nosotros mismos.
El famoso basquetbolista Kobe Bryant ha admitido que ninguno
de sus movimientos es nuevo. Todos sus dribles los ha robado de videos de sus
héroes jugando. Pero cuando Bryant empezó a robarse muchos de esos movimientos,
se dio cuenta de que no podía lograrlos porque no tenía el mismo tipo de cuerpo
que los atletas que admiraba y tuvo que, además de copiar, adaptar y
transformar cada uno de sus movimientos para hacerlos suyos. “Le he robado
movimientos geniales a los mejores jugadores. Sólo trato de que quienes
vinieron antes que yo se sientan orgullosos, porque yo he aprendido mucho de
ellos. Todo es en nombre del juego. Es algo mucho más grande que yo” Declara el
propio Bryant.
Si admiramos a alguien, ya sea deportista, activista,
artista revolucionario o creativo publicitario, y decidimos robarle algo, esto no
debería ser su estilo, su forma de hacer las cosas, deberíamos robarle el
pensamiento detrás de ese estilo, el fondo detrás de la forma, combinarlo con
el nuestro propio y transformarlo en algo diferente. Si solo imitamos la
superficie de su trabajo, sin entender de donde viene y el por qué, el
resultado será nada más que una mala imitación. Copiar, combinar y transformar
han sido y seguirán siendo los elementos básicos del trabajo creativo.
La escuela es una cosa, la educación es otra muy distinta y
no siempre van de la mano. Estemos o no estemos en la escuela, es nuestra
obligación seguir educándonos. Ya lo decía Daniel F., la voz de la extraordinaria
banda peruana Leuzemia, “lo que no aprendí de los salones, lo aprendí de las
canciones”. Hay que tener curiosidad por el mundo en el que vivimos, buscar
cosas, preguntar por qué, perseguir cada referente, leer, ir más lejos que
nadie, dejar de creer ciegamente y averiguar para tratar de sacar nuestras
propias conclusiones. Solo así sacaremos ventaja sobre los demás.
Hoy en día resulta frustrante ver cómo la mayoría de
personas, el “servum pecus” osea la “manada servil” según el poeta Horacio,
repite las cosas sin cesar cuando es tan fácil averiguar un poco antes de
hablar. Hay que leer todo el tiempo. Hay una magia especial cuando uno vive
rodeado de libros. Al final no se trata del libro con el que empiezas, si no
del libro al que uno llega.
Es por eso que sin un carácter curioso o sin una actitud
inconformista y cuestionadora, si solo nos hemos dedicado a creer que las cosas
son como nos dicen que son, vamos a mal interpretar el primer y más importante paso
de los elementos básicos de la creatividad, es decir, copiar. Y lo vamos a
confundir con el vil plagio.
Es imposible que un plagio termine por albergar la
combinación y la transformación de ideas. Creativamente hablando, la copia no
es plagio. Plagio es darse crédito por el trabajo de alguien más. Copiar
significa una ingeniería inversa. Es como un mecánico que toma una parte del
auto para saber cómo funciona la totalidad del motor. Aprendemos copiando y el
momento en el que fracasamos al copiar a nuestros héroes, es cuando descubrimos
qué es lo que nos hace únicos. Así es como evolucionamos.
Si logramos liberamos de la carga de tratar de ser
completamente originales, dejaremos de intentar el hacer las cosas desde cero
para asumir nuestras influencias en vez de huir de ellas.
La genética, conocida también como la ciencia de la
herencia, es un buen ejemplo: somos la suma de nuestro padre y de nuestra madre
y ellos a su vez las suma de sus padres y así sucesivamente ad infinitum. Creer
que somos originales sería una necedad. Somos de alguna manera la suma de todos
nuestros ancestros. Y así, como tenemos una genealogía familiar, las ideas
también tienen una genealogía. Todas las nuevas ideas son una mezcla de una o
más ideas previas, y mientras más nos demoremos en aceptarlo, más complicado y
frustrante se hará nuestro trabajo creativo.
Estamos hablando de la cara positiva del robo. Nos referimos
a lo beneficioso de copiar. No a la parte negativa, jamás estaremos de acuerdo
ni fomentaremos el plagio rastrero, indigno y abyecto. Además robar de manera
positiva es algo que, aunque no lo queramos aceptar, ya lo hacemos. Así que es
mejor aceptar las influencias, aprender del trabajo de los demás y mezclarlo
con el nuestro.
Pero hay que aprender a ser un buen ladrón. Los buenos
ladrones honran el trabajo de sus predecesores, los malos los degradan. Los buenos
ladrones los estudian, los malos los timan. Los buenos ladrones roban de
muchos, los malos solo le roban a uno. Los buenos ladrones dan crédito, los
malos solo se dedican a plagiar. Los buenos ladrones transforman, los malos no
pueden, simplemente imitan.
Existe una teoría económica que afirma que si sumas los
ingresos de tus cinco amigos más cercanos y sacas un promedio, la cantidad
resultante será muy cercana a tu propio ingreso. Con las ideas pasa lo mismo.
Solo serás tan bueno como las cosas de las que te rodeas. Si te rodeas de
basura, o si solo juntas basura, muy probablemente solo sacarás basura.
Recolectar buenas ideas, experiencias, conocimiento e
información será lo único que nos permitirá, además de copiar, transformar y
combinar todo para tener como resultado ideas nuevas y diferentes.
Cuando empecemos a ver el mundo de esta forma, cuando
dejemos de creer, nos dejaremos de
preocupar por lo que está “bien” y lo que está “mal” y solo nos preocuparemos por
descubrir las cosas que valen la pena robar y las cosas que no.
“Aquellos que no quieran imitar nada, no producirán nada” –
Salvador Dali
Enlisto las fuentes y
referencias que robé para poder escribir este artículo.
-
“El triunfo de la
religión” – Jaques Lacan.
-
“El mito
individual del neurótico” – Jaques Lacan.
-
“Sobre el fenómeno
del espíritu en el arte y la ciencia” – Carl Gustav Jung.
-
“Arquetipos e
inconsciente colectivo” – Carl Gustav Jung.
-
“Lo inconsciente”
– Sigmund Freud.
-
“12 pruebas de la
inexistencia de dios” –Sebastian Fauré
-
“Roba como un
artista” – Austin Kleon
-
El antiguo
testamento – Eclesiastés.
-
Derren Brown
(canal youtube) – The advertising agency task
-
Big Think (canal
youtube) – Eric Kandel: Creativity, your brain, and the aha! Moment.
-
theRSA.org/events/rsaanimate - Jonah Lehrer & Ben Hammersley. Imagine:
How creativity works
-
Slavoj Zizek – Sobre
el acto de escribir – Youtube
-
Slavoj Zizek –
Sobre al amor - Youtube
-
TED.com –Steven
Johnson “Where good ideas come from”
-TED.com – Kirby
Ferguson “Embrace the remix”