miércoles, 10 de mayo de 2017

Bajo la sombra de Lucy

Es común escuchar frases como “la parte racional del comercial” y “la parte emocional del comercial” o “creatividad que gana premios” y “creatividad que vende” o “comunicación de imagen” y “comunicación táctica” o etc.
¿De dónde viene esa caprichosa inclinación de dividir en dos y analizar por separado, algo que debe verse como un todo, como una unidad simbiótica?

Sin quererlo Antonin Artaud pone la primera piedra de una posible teoría en su ensayo “Heliogábalo o el anarquista coronado”. Para explicar mejor el origen de este fenómeno, tenemos que retroceder unos cuantos millones de años, digamos desde el inicio de los tiempos.

Al principio, el agua en el planeta aún estaba caliente y las chimeneas oceánicas emanaban sustancias químicas que sirvieron de alimento a diminutos microorganismos. Con el pasar de los millones de años, estos microorganismos empezaron a evolucionar y desarrollaron la habilidad de moverse. Algunos fueron más lejos que otros, pero todos tuvieron que buscar alimento y eso los hizo seguir evolucionando a diferentes formas, tamaños y colores.
En un determinado momento, ya sea por la acción del sol o por la búsqueda de alimento, se vieron en la necesidad de abandonar el agua. Así desarrollaron aletas más fuertes y resistentes que les permitían arrastrarse.

Ya en tierra, y ante la necesidad de proteger a sus crías, empezaron a interesarse por los árboles. Ese interés que duró millones de años, se convirtió gracias a la evolución, en cuatro largas y fuertes extremidades que les permitían subir a los árboles con facilidad. Ya sentados sobre la copa de los árboles, podían ver el mundo de una manera distinta. Su visión mejorada y su cerebro crecido les producían cierta curiosidad por el entorno y, aunque tenían una inteligencia limitada y una capacidad de análisis casi nula, podían observar.

Y lo primero que observan es que se hace de día y que se hace de noche. Y sin quererlo otorgan a cada uno un significado diferente: la noche es oscuridad, temor, desconocimiento, frio, etc. Y el día es luz, seguridad, calor, alimento, etc. No tienen la capacidad de entender que noche y día son partes de un todo. Que no hay que separarlos para poder entenderlos y que, aunque sean diferentes, son complementarios.


Entonces, ese error inicial, esa división innecesaria que arrastramos desde el origen de la especie, nos hace separar en dos todo lo que es una unidad y analizarlos como entes separados. Uno protagonista y el otro antagonista. Desde la concepción de cielo e infierno, pasando por la vida y la muerte, el macho y la hembra, hasta un comercial con parte emocional y con parte racional.