Es común
escuchar frases como “la parte racional del comercial” y “la parte emocional
del comercial” o “creatividad que gana premios” y “creatividad que vende” o “comunicación
de imagen” y “comunicación táctica” o etc.
¿De dónde viene
esa caprichosa inclinación de dividir en dos y analizar por separado, algo que
debe verse como un todo, como una unidad simbiótica?
Sin quererlo
Antonin Artaud pone la primera piedra de una posible teoría en su ensayo “Heliogábalo
o el anarquista coronado”. Para explicar mejor el origen de este fenómeno,
tenemos que retroceder unos cuantos millones de años, digamos desde el inicio
de los tiempos.
Al principio,
el agua en el planeta aún estaba caliente y las chimeneas oceánicas emanaban
sustancias químicas que sirvieron de alimento a diminutos microorganismos. Con el
pasar de los millones de años, estos microorganismos empezaron a evolucionar y desarrollaron
la habilidad de moverse. Algunos fueron más lejos que otros, pero todos
tuvieron que buscar alimento y eso los hizo seguir evolucionando a diferentes
formas, tamaños y colores.
En un
determinado momento, ya sea por la acción del sol o por la búsqueda de
alimento, se vieron en la necesidad de abandonar el agua. Así desarrollaron aletas
más fuertes y resistentes que les permitían arrastrarse.
Ya en tierra, y
ante la necesidad de proteger a sus crías, empezaron a interesarse por los
árboles. Ese interés que duró millones de años, se convirtió gracias a la
evolución, en cuatro largas y fuertes extremidades que les permitían subir a
los árboles con facilidad. Ya sentados sobre la copa de los árboles, podían ver
el mundo de una manera distinta. Su visión mejorada y su cerebro crecido les
producían cierta curiosidad por el entorno y, aunque tenían una inteligencia
limitada y una capacidad de análisis casi nula, podían observar.
Y lo primero
que observan es que se hace de día y que se hace de noche. Y sin quererlo
otorgan a cada uno un significado diferente: la noche es oscuridad, temor,
desconocimiento, frio, etc. Y el día es luz, seguridad, calor, alimento, etc.
No tienen la capacidad de entender que noche y día son partes de un todo. Que no
hay que separarlos para poder entenderlos y que, aunque sean diferentes, son complementarios.
Entonces, ese
error inicial, esa división innecesaria que arrastramos desde el origen de la
especie, nos hace separar en dos todo lo que es una unidad y analizarlos como
entes separados. Uno protagonista y el otro antagonista. Desde la concepción de
cielo e infierno, pasando por la vida y la muerte, el macho y la hembra, hasta
un comercial con parte emocional y con parte racional.